miércoles, octubre 14, 2009

Algo del Multitudinario y bonita anécdota del SIC


Para comenzar, agradecemos a todos los clubes que a pesar de nuestro viento vinieron a compartir este domingo pasado, sepan disculpar los inconvenientes y trabajaremos para una mejor atención la próxima vez.

Nos visitaron en esta oportunidad Regina Rugby, Patagonia, Pérfora de Pza. Huincul, Allen y La Picasa de Cinco Saltos.

Gracias a todos los que hacen posible estos encuentros a los referees que nos acompañaron y al Grupo de Padres que se esfuerza a diario para que nuestros chicos aprendan de su esfuerzo el valor de la solidaridad, ellos así lo transmitirán en la vida y en el campo de juego.

Ahora, el recuerdo... mucho se habla de la integración y que "Todos" pueden jugar al rugby y hoy nos valdremos de una anécdota que bien podría ser de cualquier club, el rugby es para los altos, bajos, gordos, flacos, lentos, rápidos, dúctiles y brutos y también para todos los que tienen una capacidad diferente y de eso se trata la integración; hoy ....

Anécdota en el SIC

"Me decidí a entrenar, inducido por “Veco” Villegas y “Tacho” De Vedia, a mediados de la década del '80. Me ubicaron en el grupo de Menores de 19.

Por supuesto, cuando fui a los primeros entrenamientos me di cuenta de que no sólo no me iban a dar la "A" sino que me darían el equipo más "flojo", así que orgullosamente me hice cargo de la "D", junto con Diego San Martín. Teníamos muchos jugadores, un muy buen grupo, y sobre todo un gran desafío, que era el de llegar a fin de año con 15 para entrar a la cancha. Entre ellos, teníamos a tres jugadores sordos, sin ninguna inhibición; eran tipos muy divertidos, muy aceptados en el grupo y muy fanáticos. Muy aguerridos los tres, uno jugaba de wing, otro de ala, y el tercero de segunda línea. Una de nuestras particularidades era hacer todos los cambios permitidos para que jugaran todos (creo que eran 6).

Antes del inicio se le avisaba al árbitro y al equipo contrario, que jugaba alguno de estos chicos, para que tuviesen en cuenta que no escuchaban el pito y eso provocaba forcejeos innecesarios, ya que ellos se detenían cuando veían que el resto paraba. A los 10 minutos de comenzado el partido -contra Liceo Naval en cancha dos del SIC-, el referee nos cobra diez yardas, porque un jugador nuestro no dejaba jugar rápido un penal cobrado en contra, forcejeando con el medio scrum contrario.

Nuestro Capitán le recuerda que el jugador aludido era sordo, pidiendo el referee las disculpas del caso. En el segundo tiempo, pusimos al ala y al wing, que estaban afuera, permaneciendo así dentro de la cancha los tres, aunque en la concentración del entretiempo olvidamos de avisarle al referee, el "pequeño" problema que tenían nuestras nuevas incorporaciones. Nuevamente se ve involucrado uno de ellos -en este caso el ala-, en un forcejeo luego del silbato, y cuando le decimos al referee, nos miró con cara de "Me están cargando, por que el sordo era el segunda línea", pero lo aceptó y el partido continuó.

Ya en los minutos finales, y ganando el SIC por muy poco, llegó una pelota a nuestro veloz wing cerca de nuestras 25 yardas, con un pase forward de aquellos, y el referee cobró la infracción, pero nuestro wing, al quedar solo con todo el campo por delante y sin referencias, siguió corriendo hasta la bandera contraria sin mirar para atrás -tal como le habíamos enseñado-. Mientras tanto, los 29 jugadores restantes, a unos 60 metros de donde estábamos todos, ya que el juego estaba detenido, mirábamos el espectáculo de la palomita. El referee luego de pitar en reiteradas oportunidades para que se detuviera, quiso expulsarlo por perder el tiempo deliberadamente, obligándome a mí a intervenir para explicarle que el wing también era sordo y no oía el silbato.

Fin del cuento: el tipo nos cobró un penal en contra y me trató de mentiroso, creyendo que le estábamos tomando el pelo. Se aclaró todo en el tercer tiempo, cuando le explicamos y le presentamos a nuestros tres jugadores en forma personal. Terminó felicitándonos por el espíritu del SIC al darle cabida a estos chicos, cosa que agradecimos. Pero además, y él no lo sabía, los necesitábamos porque eran de nuestros mejores jugadores y jamás faltaban a entrenamiento.

Diego Carricart

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